Una carta a las familias católicas y los proveedores de salud de la diócesis de Lincoln
Por: Monseñor. James D. Conley, STL
Traducción: Diócesis de Lincoln, Nebraska
Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,
Hace veinte años, la Beata Madre Teresa de Calcuta habló ante el presidente de los Estados Unidos, los senadores, los diputados y ante los jueces de la Corte Suprema de los Estados Unidos. Habló de su trabajo entre los pobres del mundo. Habló acerca de la justicia y la compasión. Lo más importante, ella habló sobre el amor.
"El amor ", les dijo, "
tiene que doler. Debo de estar dispuesto a dar lo que sea necesario para no
dañar a otras personas y, de hecho, hacer el bien a ellos. Para ello es
necesario que yo esté dispuesto a dar hasta que duela. De lo contrario, no hay
verdadero amor en mí y traigo injusticia, no la paz, a los que me rodean"[1].
Vivimos en un mundo falto de amor. Hoy en día, el amor es a menudo entendido como el sentimentalismo romántico en lugar de un compromiso inquebrantable. Pero el
sentimentalismo no satisface.
Las cosas materiales, y la comodidad
y el placer sólo
traen una felicidad efímera.
La verdad es que todos estamos buscando
el amor verdadero, porque todos estamos
buscando un significado.
El amor - amor verdadero - está
basado en el sacrificio, la redención, y
la esperanza. El verdadero amor está
en el corazón de una vida rica y
plena. Estamos hechos para el
amor real. Y todo lo que hacemos en nuestras
vidas, en nuestras carreras y nuestras familias, sobre todo -debería
de estar arraigado en nuestra capacidad verdadera,
difícil, e inagotable de amar.
Pero hoy, en un mundo falto de amor, nos quedamos
sin paz y sin alegría.
Durante mi sacerdocio, me he parado frente
a las clínicas de aborto para ofrecer ayuda a las mujeres que experimentan
embarazos no deseados, he orado con los ancianos abandonados , y he enterrado
jóvenes víctimas de la violencia. He visto el aislamiento, la injusticia y la
tristeza que existe en un mundo falto en el amor. La Madre Teresa creía, como lo
hago yo, que gran parte de la infelicidad y la injusticia en el mundo comienza
con un desprecio por el milagro de la vida creada en el vientre de las madres.
Hoy, nuestra cultura rechaza el amor cuando rechaza el don de una nueva vida, a
través del uso de anticonceptivos.
La Madre Teresa dijo que "al destruir
el poder de dar vida, a través de la anticoncepción, un esposo o esposa...
destruye el don del amor.”
Los esposos y las esposas están hechos para
ofrecerse libremente a sí mismos como regalos unos a otros en la amistad y el
compartir el amor vivificante de Dios.
Él creó el matrimonio para la unificación y
procreación. Para unir al marido y mujer inseparablemente en la misión de amor,
y para hacer surgir de ese amor algo nuevo.
La anticoncepción le roba la libertad de esas posibilidades.
Dios nos creó para amar y ser amados. Él nos hizo para deleitarnos
en el poder del amor sexual para traer nuevos seres humanos, hijos de Dios, creados con almas inmortales. Nuestra Iglesia ha enseñado siempre que
rechazar el don de los hijos erosiona el amor entre
marido y mujer: distorsiona la
naturaleza unitiva y procreativa
del matrimonio. El uso de la anticoncepción altera el significado de sacrificio con gravedad
y seriedad, el santo y amoroso significado del matrimonio mismo.
La Iglesia sigue llamando a las parejas católicas a la unidad y a la procreación. El matrimonio es un llamado a la grandeza - a amar como
Dios ama, libre, creativa y generosamente.
Dios mismo es una comunidad de amor - el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El
matrimonio cristiano es una invitación a imitar, conocer, y a
participar en la gozosa libertad del amor de Dios, un eco de la Santísima Trinidad.
___
En 1991,
mi predecesor, el obispo Glennon P.
Flavin, escribió que "no puede haber verdadera felicidad en
sus vidas a menos
que Dios sea una parte muy
importante en su alianza. Para
esperar encontrar la felicidad en el pecado es buscar bien
en el mal.... El mantener a
Dios en su vida matrimonial,
confiar en su sabiduría y amor, y obedecer sus leyes...
profundizará su amor
por los demás y les traerá
a ustedes la paz interior de la mente y el corazón, que es la recompensa de una buena conciencia. "[2]
Dios está presente en todos los
matrimonios, y presente en cada acto marital. Él creó la sexualidad para que
hombres y mujeres pudieran reflejar la Trinidad: formar, en su unión sexual,
los lazos de por vida de la familia. Dios escogió hacer a los cónyuges
colaboradores con él en la creación de nuevas vidas humanas, destinadas a la
eternidad. Aquellos que usan anticonceptivos disminuyen el poder de unirse y no
dan la oportunidad de colaborar con Dios en la creación de la vida.
Como Obispo de Lincoln, repito las palabras
del obispo Flavin. Queridos hombres y mujeres casados: Los exhorto a rechazar
el uso de anticonceptivos en su matrimonio. Los reto a estar abiertos a plan de
amor de Dios para su vida. Los invito a compartir el don de vida que da el amor
de Dios. Creo fervientemente que en el plan de Dios, redescubrirán el verdadero
amor por su cónyuge, por sus hijos, por Dios y por la Iglesia. Sé que en esta
apertura a la vida, encontrarán la rica aventura para la cual ustedes fueron hechos.
Nuestra cultura nos enseña a menudo que
los niños son más una carga que un
regalo - que las familias impiden
nuestra libertad y disminuyen nuestras finanzas. Vivimos en un mundo en el que las familias numerosas son
objetos del espectáculo y burla, en lugar de la consecuencia normal de un matrimonio
lleno de amor confiado en la
Providencia de Dios. Pero los
niños no deben ser temidos como
una amenaza o una carga, sino más bien visto como un signo de esperanza para el futuro.
En 1995, el beato Juan Pablo
II escribió que nuestra
cultura sufre de una
"mentalidad hedonista[3]
que no está dispuesta a aceptar las responsabilidades respecto a la sexualidad, y ... un concepto egoísta de
libertad que entiende a
la procreación como un obstáculo para la realización personal."[4]
El amor conyugal generoso, que da vida, es el antídoto para el hedonismo y la
inmadurez: los padres con mucho gusto dejan atrás las búsquedas frívolas y el egoísmo por el trabajo
intenso más significativo de amar y educar a sus hijos.
En la Diócesis de Lincoln, estoy agradecido
por el ejemplo de cientos de familias que se han abierto libre y generosamente
a los niños. A algunos se les ha dado una familia grande, y a otros no. Y, por
supuesto, algunos sufren la difícil cruz oculta de la infertilidad o baja
fertilidad. El misterio del plan de Dios para nuestras vidas es incomprensible.
Pero la alegría de estas familias, tengan o no muchos hijos, refuta las
afirmaciones de la mentalidad contraceptiva.
Queridos hermanos y hermanas, el beato Juan
Pablo II nos recuerda que " el hombre está llamado a una plenitud de vida
que va más allá de las dimensiones de su existencia terrena, ya que consiste en
compartir la vida misma de Dios."[5]
La intimidad sexual del matrimonio, el
tipo más íntimo de la amistad humana, es un camino a la participación en la
vida misma de Dios. Es un camino hacia la plenitud de la propia vida humana, y es una forma de participar en el increíble amor de Dios. La
anticoncepción impide nuestra participación en el amor creador de Dios. Y por
lo tanto impide nuestra alegría.
La alegría de las familias que viven de acuerdo con el plan de Dios anima y enriquece nuestra comunidad con un espíritu de vitalidad y entusiasmo. El ejemplo de sus amigos y vecinos demuestra que si bien los niños requieren sacrificio, son también una fuente de la alegría, sentido y paz. ¿Quién no entiende el gran regalo de una familia amorosa?
Sí, estar amorosamente abierto a los niños requiere sacrificio.
Pero el sacrificio es el precursor de la
verdadera alegría. Queridos hermanos
y hermanas, los invito a estar abiertos a la
alegría.
___
Por supuesto,
hay algunas razones verdaderas y legítimas por las cuales, en determinados momentos, las familias pueden discernir
siendo llamados al
sacrificio de retrasar la llegada de los niños. Para las familias con graves problemas de salud mental, física, emocional, o que están
experimentando problemas financieros graves, es posible esperar. El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que las parejas deben tener razones "justas" para retrasar la paternidad. Para las parejas que se enfrentan en
dificultades de diversa índole, la
Iglesia recomienda la planificación
familiar natural: un método para tomar
decisiones sobre la práctica de relaciones
sexuales fructíferas.
La planificación familiar natural no destruye
el poder de dar la vida: en su lugar, desafía a
las parejas a discernir en
oración cuando participar en
actos sexuales que dan vida.
Se trata de un enfoque integrado,
orgánico y holístico para el cuidado
de la fertilidad.
Los que limitan la intimidad sexual a los
tiempos infértiles del mes no realizan prácticas anticonceptivas. Ellos no
tratan de hacer un acto potencialmente fértil infértil. Ellos sacrifican
abstenerse durante el período fértil precisamente porque respetan la fertilidad;
no quieren violarla, no quieren tratar el don de la fertilidad como una carga.
En algunos casos relativamente raros, la planificación familiar natural es utilizada
por las parejas con una mentalidad
anticonceptiva. Con demasiada frecuencia, las parejas pueden optar por abstenerse de la fertilidad de forma predeterminada, o por miedo a las consecuencias de traer una nueva vida.
Animo a todas las parejas que utilizan la planificación familiar natural
a ser muy abiertos con ellos mismos acerca de las razones por las que está bien limitar el número de hijos,
llevar a sus pensamientos a Dios, y orar por su guía.
¿Vamos a permitir que el miedo, la
ansiedad, o la preocupación determinen el tamaño de nuestras familias? ¿Nos encomendamos
al Señor, cuya generosidad provee para todas nuestras necesidades? "El amor
perfecto," la Escritura enseña,
"echa fuera el temor."[6]
Queridos amigos, los exhorto a la apertura en la vida matrimonial. Los exhorto a confiar en la abundante providencia de Dios.
Me gustaría dirigirme de modo particular a
los médicos católicos, farmacéuticos y otros profesionales de la salud. El
noble objetivo de su profesión es ayudar a los hombres y mujeres que viven de
acuerdo con el plan perfecto de Dios. El Obispo Flavin escribió que, como
profesionales, "ustedes están en condiciones de ser instrumentos de Dios
en la manifestación de su verdad y de su amor. "[7]
Ningún proveedor de atención médica
católico, en buena conciencia, debe participar en la práctica de la medicina quebrantando
el don de la fertilidad. No hay ninguna razón médica legítima para ayudar en
los actos de la anticoncepción o la esterilización. Ningún médico católico
honestamente puede argumentar lo contrario.
La salud es el arte de curar. La
anticoncepción y la esterilización no se pueden considerar como servicios de
salud. Anticoncepción y esterilización denigran y degradan el propósito mismo
del organismo. La fertilidad es una función ordinaria de la salud y de
desarrollo humano, y una participación extraordinaria en el amor creador de
Dios. La anticoncepción y esterilización sofocan lo natural y los procesos
sobrenaturales del matrimonio, y causan un grave daño. Ellos tratan a la
fertilidad como si fuera un inconveniente terrible, o incluso un defecto físico
que necesita ser tratado.
La anticoncepción intenta evitar la vida desde el principio, y cuando eso
falla, algunos anticonceptivos destruyen la vida recién creada. Muchos
anticonceptivos funcionan impidiendo la implantación de un ser humano
embrionario en el útero de su madre.
La anticoncepción es considerada generalmente por la comunidad médica como el estándar habitual de cuidado para las mujeres. Las enseñanzas de la Iglesia son a menudo consideradas como opuestos
a la salud y el bienestar de las mujeres. Pero aparte de los peligros morales y
espirituales de la anticoncepción, también hay graves riesgos físicos para el uso de la mayoría de los anticonceptivos químicos. Literatura médica actual confirma abrumadoramente
que la anticoncepción pone a las mujeres
en riesgo de problemas graves de salud,
que los médicos deben
considerar muy cuidadosamente.
Algunas mujeres tienen problemas de salud que pueden
ser mas tolerados cuando son tratados usando anticonceptivos
hormonales. Pero los efectos de los anticonceptivos a menudo ocultan las condiciones secundarias que ponen en peligro la salud de la mujer. Hoy en día, hay medios seguros y naturales para la corrección
de los desequilibrios hormonales, que solucionan las condiciones que a menudo son tratadas con anticonceptivos. La
anticoncepción es una norma poco
saludable de atención. Todos los
médicos pueden hacer mejor.
Los médicos católicos son llamados a ayudar a sus
pacientes y sus colegas aprender la
verdad acerca de los peligros de la anticoncepción y la esterilización. El buen ejemplo de un médico que se niega a prescribir anticonceptivos y realizar esterilizaciones o un
farmacéutico que se niega a distribuir
anticonceptivos a pesar del
antagonismo, la pérdida financiera, o la presión profesional tiene una oportunidad
de participar en el sufrimiento de Jesucristo. Estoy muy agradecido por los médicos católicos y
los farmacéuticos que evangelizan a sus pacientes y colegas a través de un compromiso con la verdad
___
Trágicamente,
la mayoría de la gente en nuestra cultura
y hasta en nuestra Iglesia,
han utilizado la anticoncepción. Gran
parte de la responsabilidad se encuentra en el hecho de que muy pocos
son los que han estado expuestos para poder aclarar
y tener una enseñanza consistente
sobre el tema.
Pero las consecuencias naturales de mentalidad
anticonceptiva de nuestra cultura
son claras. La Madre Teresa reflexionó que "una
vez que el amor vivo es destruido por
la anticoncepción, el aborto sigue muy fácilmente."[8]
Ella estaba en lo cierto. Las actitudes culturales que rechazan el don de la vida llevan fácilmente a la
aceptación social del aborto, el
divorcio sin culpa, y familias sin padre.
Durante cincuenta años, Estados Unidos ha aceptado el uso de anticonceptivos, y las consecuencias han
sido nefastas.
Queridos hermanos y hermanas, los
animo a leer la encíclica del Papa Pablo VI, Humanae Vitae con su cónyuge,
o en su parroquia. Considere también El Amor
Matrimonial y el Regalo de la vida, escrito por la Conferencia
Estadounidense de Obispos Católicos.
Queridos hermanos sacerdotes, los animo a
predicar acerca de los peligros de los anticonceptivos, que visiten a las
familias de su parroquia y hablen acerca de este problema .
Queridos hermanos y hermanas, si ha utilizado o recetado la anticoncepción, el amor misericordioso de Dios lo espera. La sanación es posible - en el sacramento de la penitencia. Si has utilizado o apoyado la anticoncepción, yo deseo que la dejes, y que experimentes la tierna misericordia de Dios al hacer una buena confesión sincera.
___
Hoy en día,
la apertura a los niños rara vez se
celebra, rara vez es comprendida, y rara vez se admite. Para muchos,
las enseñanzas de la Iglesia sobre
la vida parecen opresivas o pasadas de moda. Muchos creen que la Iglesia pide un sacrificio demasiado grande.
Pero el sacrificio es el lenguaje del amor. Y en el sacrificio, hablamos la lengua de Dios mismo. Yo, queridos hermanos y hermanas, los estoy llamando a tener un encuentro con Cristo en su amor del uno por el otro. Los invito a la rica y abundante vida familiar. Los invito a regocijarse en el amor y el sacrificio, para el que fueron hechos. Yo estoy llamando a su familia a participar en el creativo, activo amor, vivo del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Rezo para que en el verdadero sacrificio, cada uno de ustedes conozca la perfecta alegría.
A través de la intercesión de Nuestra Señora de la Anunciación, la Sagrada Familia, y en el amor de Jesucristo,
+James D. Conley
Obispo de Lincoln
25 de marzo del 2014
Solemnidad de la Anunciación del Señor
[1] Blessed Teresa of Calcutta. National Prayer Breakfast, 1994.
[3] Hedonista: Forma de vida que considera el placer como la finalidad
o el objetivo de la vida. Los hedonistas, viven para disfrutar el place
tratando de evitar el sufrimiento o dolor.
[4] Blessed John Paul II. Evangelium
Vitae, 13.
[6] I John 4:18
[8] Blessed Teresa of Calcutta. National Prayer Breakfast, 1994.
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